Nuevamente muere una ballena jorobada en Magallanes



Un capitán de lancha de pesca cuyo nombre es Ramón Mansilla, divisó y fotografió el cadáver de una ballena jorobada flotando a la deriva en las cercanías de faro San Isidro, en la costa continental del estrecho de Magallanes, donde finalmente varó por la tarde del mismo día.
Para Juan Capella, investigador de Fundación Whalesound, esta pérdida es un hecho doloroso y personal. La ballena corresponde al ejemplar hembra Nº 156 del catálogo que mantiene la Fundación desde 1999 hasta hoy de la población de ballenas jorobadas que se alimentan en el parque marino Francisco Coloane. Su nombre era Taña.
Taña era una hembra joven de algo menos de 10 años de edad que arribó al área del Estrecho el año 2012, junto a su madre llamada Mariposa, siendo aún una cría de pocos meses nacida a mediados del 2011, probablemente en Colombia. Ya a esa edad había estado en peligro de morir por ataques de orcas durante su primer viaje migratorio desde el área de nacimiento en el trópico hasta el estrecho, y cuyos dientes habían dejado cicatrices en su aleta caudal.
Miembro de una familia numerosa, fue la quinta de 7 ballenatos con los que ha arribado su madre a las aguas del  estrecho de Magallanes en diferentes años desde 2003 y hasta hace pocas semanas se encontraba en buen estado de salud en el parque marino Francisco Coloane. No alcanzó a tener sus propios ballenatos.
Al igual que su madre y sus hermanos, Taña se distinguía por regresar al área del Coloane casi cada año pero desde la cual se desplazaba por los fiordos durante el verano, siendo incluso avistada en el canal Beagle, al sur de Tierra del
Fuego en 2016.
Taña pasa a ser la séptima ballena jorobada que se ha encontrado muerta en el sector central del estrecho de Magallanes desde 2009. Tres de ellas eran crías del año. Aunque se trate de un solo ejemplar, es una cantidad significativa, sobre todo tratándose de una hembra con potencial reproductivo y considerando que la población es pequeña, con un promedio de 76 individuos por temporada durante los últimos 10 años. Además es la segunda ballena encontrada muerta este año en el sistema del Estrecho, precedida por una ballena sei, avistada muerta varada en el canal Gajardo en enero por Capella y la tripulación de la embarcación Tanu.
La alerta sobre el peligro de muertes por colisión de barcos para las ballenas jorobadas fue advertido hace cinco años, después que otra hembra joven de la población que se alimenta en el área del parque Coloane muriera por el choque de una gran embarcación en marzo de 2016. En el año 2020 el Dr. Héctor Guzmán del Smithsonian Institute, quien lideró una investigación en la que colaboró Fundación Whalesound y Universidad de Magallanes, publicaron los resultados de sus investigaciones basadas en datos de una década de seguimiento de ejemplares de esta población mediante transmisores satelitales y 20 años del monitoreo mantenido desde 1999, los cuales permitieron estimar
que entre una y cuatro ballenas jorobadas por mes durante los cuatro a cinco meses que permanecen en las aguas del Estrecho de Magallanes tiene una alta probabilidad de ser colisionadas por barcos. A lo anterior, se suma un ejemplar de ballena Sei muerto y varado en cercanías de Porvenir en marzo de 2020, el cual también estaba siendo monitoreado satelitalmente por el Dr Guzmán y colaboradores, y cuya causa fue igualmente la colisión de una embarcación.
En este momento resta conocer la causa de muerte de Taña, la que está siendo investigada en terreno por Benjamín Cáceres, Olivia Blanck y otros colaboradores del Museo de Historia Natural de Río Seco. Aunque no se dispone de una causa definitiva de muerte, información y exámenes preliminares indican como hipótesis más plausible el golpe fuerte de una gran objeto, probablemente una embarcación, con una contusión notoria en la zona del pecho y abundante sangrado bucal. Lo anterior hace más evidente y contingente la necesidad de establecer regulaciones temporales y delimitadas a un espacio dentro del estrecho a la velocidad de las embarcaciones, con lo cual se complementarían y potenciarían las medidas que protegen a estos grandes cetáceos en aguas chilenas.



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