Activismo corporativo y el inminente fin de la burbuja empresarial



El gobierno del Presidente Gabriel Boric partió con mucha épica, anhelos y sobre todo ganas. Sin embargo, a poco andar se ha ido transformando para muchas empresas en un entramado difícil de gestionar y, para otras, en un puzzle frente al cuál no saben por dónde empezar ni qué pieza mover.
Paralizaciones de obras, un gremio de camioneros que gana cada día más poder, un conflicto incesante en la llamada Macrozona Sur, empresas locales y multinacionales solicitando un marco jurídico que entregue mayor certidumbre. Junto con ello, bancos de inversión, clasificadoras de riesgo, y otras entidades extranjeras, levantando varias alertas, siendo las más mencionadas: falta de claridad sobre mecanismos de expropiación y justo precio, inquietud sobre la legitimidad de una nueva constitución, incertidumbre sobre las inversiones en medio de un escenario impredecible regulatoriamente, derechos de propiedad y riesgos para los permisos ya otorgados, o por otorgar, junto con la posibilidad de que un nuevo Congreso tenga la facultad de remover a los consejeros del Banco Central, todas medidas que, de una u otra forma, debilitan la institucionalidad de nuestro país.
Si bien sería injusto culpar al gobierno actual de algunos issues que se arrastran por años y gobiernos anteriores, además de la propia coyuntura internacional. Tampoco podemos desconocer una serie de errores no forzados, improvisación, descoordinación y falta de certezas, mismos que han generado una serie de hechos que muchos pensaron, inocentemente, que era difícil que fueran a suceder, pero están sucediendo.
A todo lo que describimos, se suma un capítulo aparte como lo es la Convención Constituyente que, como su nombre lo dice, está elaborando, y ya presentó un borrador, de lo que sería una nueva carta magna. Sin embargo, de a poco, se ha convertido en un gran centro de distribución de malas noticias, errores e infortunios que ni la mejor logística, ni el mejor de los delivery, logrará conducir los paquetes de medidas e iniciativas, emanadas de este ente, a un domicilio conocido, ni mucho menos esperado. Y, como consecuencia, vemos a una ciudadanía tomando distancia y con varias encuestas que hablan de más de un 50% de la población inclinándose por rechazar una nueva Constitución.
Así, en un nebuloso horizonte, el empresariado ha debido poner el pie en el embrague, bajar un cambio y sostener cuidadosa, y nerviosamente, el freno de mano, ante cualquier imprevisto. Obviamente, muchas de estas nuevas realidades no se han producido de la noche a la mañana, sino que han sido el resultado de un profundo descontento social, una ciudadanía aburrida de abusos y/o colusiones, que lleva años pidiendo a gritos que se juegue en una cancha pareja y abierta a más jugadores.
Y dónde, lamentablemente, hace décadas que notamos a un empresariado encapsulado y/o prácticamente desconectado con lo que sucedía a su alrededor, asumiendo que su realidad se iba a mantener por siempre. Y donde no los vimos dispuestos a pensar más estratégicamente, en el sentido de hacer tempranas y menores pérdidas para aspirar a una relativa ganancia en un mediano-largo plazo. Y cuando hablamos de ganancia, no hablamos de lo económico sino de la posibilidad de poder operar sus negocios con riesgos acotados y en un marco de estabilidad razonable.
Ante este “auspicioso contexto nacional” es crucial que la clase empresarial ponga en valor su rol, tome una posición en los asuntos públicos y sea capaz de articular un tejido relacional que incluya a distintos actores, llámese empresas, emprendedores, comercios, intelectuales, gremios y la academia, para que juntos puedan trasladar sus posturas, sensibilizar sobre las mismas, influyendo y empujando en pos de una urgente estabilidad regulatoria e institucional, condiciones indispensables para una decidida y real reactivación.
Casi cerrando mayo, pese a que algunos aún siguen apostando por el relato de “la instalación”, siendo que el Presidente aseguró, hace un mes, que ese período había llegado a su fin, hoy resulta perentorio que asumamos de una vez por todas, que la nueva realidad no permite tiempos tan extensos, como antaño, sino que requiere entrar al ruedo. Pero no mañana, sino ahora. Desenvolviéndose de la mejor manera posible, entendiendo qué no hay tiempo, deseos, ni voluntad para seguir esperando. Y, valga la pena aclarar, que esto no corre sólo para el gobierno, sino también para el empresariado y un irrenunciable mandato por instalar sus ideas y defender sus proyectos empresariales.
No es un secreto para nadie que las empresas (gremios y/o asociaciones) se encuentran hoy en una posición precaria, pues a todo este entorno adverso se suma la necesidad de tomar una postura pública, jugarse por sus proyectos y defenderlos públicamente. Algo que para muchas compañías (gremios y/o asociaciones) es absolutamente nuevo y, hasta ahora, innecesario e impensado. Sumada a esta situación, somos mudos testigos de cómo sus atemporales esfuerzos no han visto los resultados esperados.

Con todo, resulta de absoluta lógica pensar y entender que cuando las empresas realizan un trabajo dedicado, paciente, estratégico, transparente y coherente, en el ámbito de la gestión de su reputación y los asuntos públicos, existe un entendimiento claro de los distintos actores, y la ciudadanía, sobre su postura e interés en los distintos temas.
Y, será gracias a este planificado trabajo que ya no deberán dedicar desmesurados y vanos esfuerzos por sembrar, desesperadamente, sus puntos de vista a través de iniciativas más que nada comunicacionales, llámese comunicados de prensa, gestiones reactivas, solicitudes de reuniones y publirreportajes, todos esfuerzos inútiles cuando los temas ya están instalados en los medios, redes sociales y en las conversaciones del día a día, a todo nivel y profundidad.
Por eso, cuando la corte pública, ciudadanía, haya dado su veredicto, ya no quedará mucho más por hacer, salvo lamentarse y pensar que se pudo afrontar de otra forma. Sin embargo, ya será demasiado tarde.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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