Recesión anímica

En México, pero también en Sinaloa, hoy existe una especie de recesión anímica. Es decir, la gente observa el futuro con notorio pesimismo. Carece de esperanza. Tiene temor, incertidumbre y desconfianza ante todo lo que sucede a su alrededor. Le invade una actitud social de desaliento, de derrota, de impotencia. Todo se mueve por inercia, sin tino, sin rumbo.Quienes deberían convocar a la acción, hoy carecen de bravura. Han perdido la iniciativa y su anterior atrevimiento. Lo trivial y lo intrascendente invade la agenda política. Pero lo que ahora sucede es más serio de lo que se piensa. La situación no va bien. La economía personal está en constante deterioro, y los problemas sociales se multiplican. En esta recesión anímica que a todos invade, la gente solo espera lo peor. Los empleos desaparecen, los salarios no alcanzan para nada, y el ansiado bienestar social es una promesa que se aleja día con día. El empobrecimiento impacta a todos. Nadie se escapa. Cada empresario, cada trabajador, se percatan de que las cosas simplemente no están funcionando.Solo hay que ver alrededor. La economía no crece, hay inflación e invade el desempleo. Las carreteras siguen en mal estado. Las comunidades rurales están en total abandono y las ciudades tienen pésimos servicios y sus calles destrozadas. En los hospitales se carece de lo indispensable. Las escuelas están deterioradas. No hay futuro. Tampoco entusiasmo. Estamos en plena recesión anímica. Los problemas sociales, lejos de disminuir, siguen aumentando. Hay mayor drogadicción, alcoholismo, delincuencia e inseguridad pública. El temor social crece, al igual que la incertidumbre. Nadie sabe qué sigue ni hacia dónde vamos. La única certeza es que no se vislumbra nada promisorio en el futuro. Solo hay una sociedad cada vez más fracturada y perpleja ante lo que sucede. La sociedad se encuentra sumamente confundida, aturdida y desconcertada. Está inmersa en una recesión anímica. Antes de que la esperanza se convierta en desespero, es necesario contrarrestar esta preocupante situación. Pero faltan las palabras de aliento. Aquellas que generan confianza social hacia el gobernante, y que unifican a la todos para trabajar en un proyecto con futuro.Es necesario definir un rumbo y generar confianza para avanzar. Todo gobernante debe entender que la sociedad hoy solo le exige menos deliberación política, y más y mejores resultados de gobierno. A nadie conviene tener un gobierno débil y sin capacidad de respuesta. Cuando eso ocurre nunca hay ganadores, todos pierden.
Por eso, la acción suprema de todo gobernante consiste en vencer los temores de la población y ganar su apoyo. Habrá que vencer inercias y la falta de ánimo colectivo. Sólo así se pueden emprender verdaderos procesos de transformación social. Ojalá esto se entienda, sobre todo en nuestra entidad donde la poca iniciativa gubernamental ya generó una recesión anímica. 
 



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