Investigadores chilenos desarrollan nueva terapia para alergias ambientales



Resultados preliminares de un proyecto liderado por Leandro Carreño, investigador asociado y director alterno del Instituto Milenio en Inmunología e Inmunoterapia (IMII), dan cuenta de una terapia que “podría combatir en parte la inflamación alérgica”.
La iniciativa es financiada por el Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondef), a través del concurso IDeA (Investigación y Desarrollo en Acción). Este tiene como objetivo apoyar proyectos que cuenten con antecedentes previos que sustenten una hipótesis de aplicación de una tecnología, producto o servicio, y que con el desarrollo de la investigación logren su validación a través de una prueba de concepto, modelo o prototipo evaluados en condiciones de laboratorio o pequeña escala en el plazo de dos años.
“Habíamos avanzado en la búsqueda de una formulación que pudiera ofrecer una alternativa terapéutica para la alergia, utilizando un antígeno modelo derivado de la proteína ovoalbúmina”, comenta Carreño, también profesor asociado del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
La ovoalbúmina es la proteína mayoritaria presente en la clara de huevo de gallina. Según explica el académico, hay linfocitos especializados del sistema inmune capaces de participar en respuestas inmunes muy diversas.
Estas células Natural Killers T (NKT) tienen características que las sitúan en la interfaz entre la inmunidad innata y adaptativa. “Dado que estas células responden muy rápidamente ante estímulos, tienen la capacidad de dirigir el sistema inmune hacia una respuesta pro-inflamatoria o, por el contrario, anti-inflamatoria”, precisa.
“Se podrían suprimir la respuesta específica a un determinado antígeno, en este caso, el alérgeno”, especifica el académico de la U. de Chile.
El proyecto liderado por el científico busca “reeducar al sistema inmune para que, en vez de reaccionar al alérgeno de una forma indeseada, lo tolere”.
Ácaro del polvo
Junto a Pablo González, académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile e integrante del IMII, y otros investigadores, están trabajando en cómo se podría manipular dicha respuesta para que se produzca otro tipo de anticuerpos, que no son patogénicos, o incluso reducir el nivel o la fuerza de esa respuesta de anticuerpos.
En la iniciativa financiada por Fondef, iniciada en 2021, el equipo de investigación ha avanzado en la búsqueda utilizando como objeto de estudio la alergia al ácaro del polvo, de alta prevalencia tanto en Chile como en el extranjero, la segunda a nivel mundial. Esta alergia puede provocar distintos síntomas, incluyendo estornudos; goteo de la nariz; ojos rojos, llorosos o con picazón; congestión nasal; picazón en la nariz, el paladar o la garganta; y tos, entre otros.
“En el laboratorio estamos utilizando un modelo de antígeno al ácaro del polvo, que es uno de los más comunes en alergia. Cuando se desata una, lo que necesita la persona es dejar de reaccionar a ese alérgeno, porque en ese caso se producen anticuerpos patogénicos que generan la alergia”, indica Carreño.
Los ácaros del polvo son unos pequeños arácnidos, no visibles a simple vista, fluctuando de 0,2 a 0,4 milímetros. En general, se encuentran especialmente confortables cuando la temperatura es templada (cerca de 20 grados centígrados) y la humedad relativa es elevada (por encima del 70%). Su concentración en las casas aumenta durante primavera y otoño, y suele disminuir en el verano y el invierno.
“Nuestra investigación aún está en curso, pero tenemos algunos resultados preliminares que son alentadores”, afirma. Y agrega: “El propósito final de este proyecto es obtener un prototipo, desde luego cuando tengamos resultados sólidos, al poder desarrollar una vacuna antialérgica. Con esta nueva terapia, queremos entrenar al sistema inmune a través de la NKT para que se tolere el polvo. Esa es la respuesta antiinflamatoria que buscamos conseguir”.
Vía de entrada
Los alérgenos son sustancias que provocan reacciones alérgicas. El doctor Carreño indica que se les puede clasificar según varios criterios, pero advierte: “Lo más relevante es la vía de entrada al organismo humano. Hay personas que presentan alergia a un alimento, es decir, es a partir de la ingesta que manifiestan la reacción. Hay otra que se sensibilizan ante un medicamento, sea que se inyecte, se ingiera o se aplique nasalmente, por ejemplo. Hay alergias tópicas, que se dan cuando la respuesta alérgica está en la piel. Están las respiratorias, que son las más comunes. Hay casos muy delicados y molestos de personas alérgicas que sufren mucho en primavera, debido al polvo o al polen”.
El investigador del IMII dice que, en el caso de las alergias respiratorias, “si bien queremos disminuir los síntomas, lo que se busca es generar tolerancia a aquello que es identificado erróneamente por el sistema inmune como peligroso. Orientamos estos mecanismos de tolerancia hacia ese tipo de alergias porque estas son muy comunes, pero aquellos deberían servir también para otros tipos de alérgenos, como los alimentarios. Ahora bien, la ruta de administración del medicamente puede ser distinta”.
Además subraya que “la alergia es una enfermedad y las personas sanas no van a reconocer el factor alérgeno, no reaccionarán ante un elemento inocuo como el polvo o el polen. De todos modos, sensibilizarse ante este agente puede pasar en cualquier etapa de la vida”.
“Uno puede no ser alérgico y a los 40 años o más incluso, sin embargo, volverse sensible, ya que su organismo ha detectado al polen, el polvo u otro elemento como un agente peligroso. Pero el polen o el polvo en rigor no generan algo negativo; es el organismo el que reacciona inflamando sus mucosas o provocando irritaciones contra el alérgeno”, agrega.
¿Por qué ocurre?

“Puede haber varios factores; por ejemplo, una teoría apunta a que la higiene que practica el ser humano hoy es tan alta, que estimulamos de forma no equilibrada el sistema inmune, contribuyendo a aumentar las alergias. También se habla de que el cambio climático ha provocado una distribución de alérgenos distinta, sobre todo de los pólenes. En tanto, si tienes un lugar muy contaminado, industrializado, y hay muchas partículas irritantes, las personas tienen más posibilidades de volverse alérgicas”, dice el investigador.
“Pongamos el caso de una ciudad como Temuco, con poco polvo, pero con una polución alta; esto, sin duda, puede generar una incidencia relevante de alergias, ya que la contaminación hará que muchas personas se vuelvan sensibles, de modo que la polución actúa como un factor irritante, interpretado como peligro por el organismo”, sostiene.
El profesor de la Universidad de Chile afirma que también cabe considerar las infecciones virales: “Estas podrían generar en algunas personas mayor susceptibilidad de por vida a tener alergia, provocando una respuesta inmune que promueve reacciones alérgicas. Por ejemplo, el virus respiratorio sincicial hace que los niños que son hospitalizados tengan mayor incidencia de asma posteriormente, como lo indican diversos estudios. También el covid-19 hace lo suyo”.
“Hay varios mecanismos que activan la alergia -sostiene Carreño-. La incidencia de alergia ha ido aumentando mucho, pasando de un veinte por ciento hace veinte años a un 30 a 40 por ciento de la población en la actualidad y, según estimaciones, llegando a cerca del 50 por ciento en los países industrializados en 2050”.
Una enfermedad
Leandro Carreño lamenta que “mucha gente sigue sin considerar la alergia como una enfermedad. A diferencia de lo que sucede con otras, como el cáncer, quienes la sufren saben que no van a morir producto de ella, salvo en casos de reacción ante un alimento o un fármaco, pero cuando alguien tiene una respuesta negativa ante alguno de estos, usualmente lo sabe y simplemente deja de exponerse. Si es alérgico al huevo, no lo consume; si lo es a la penicilina, no se aplica. En cambio, si tienes alergia respiratoria, es casi imposible no exponerte a los agentes que la causan”.
“Es importante diagnosticar las alergias. Hay quienes viven con una y piensan que solo es un resfrío, pero hay que tomar esto como un problema de salud pública, que genera muchas molestias en algunos casos, dificultando incluso la vida diaria. Además, su incidencia sigue aumentando”, sostiene el académico, para quien “es fundamental buscar nuevos tratamientos que aporten a la calidad de vida de las personas que las padecen”.
Y agrega: “Tener una cura ante las alergias que se producen por cuestiones ambientales puede ser relevante para entender otros procesos de respuesta inmune, como los que se dan en las enfermedades autoinmunes e inflamatorias”.
Al respecto, apunta: “Hay muchos que, ante la reacción alérgica, suelen recurrir a la ingesta de antihistamínicos”. La histamina es una sustancia química que modula la respuesta inmune humoral y la celular, y es también el mayor mediador de reacciones de hipersensibilidad inmediatas, asociadas a las alergias. Es liberada por neuronas y mastocitos, en el cerebro.
“En la reacción alérgica -dice el investigador-, hay muchos mediadores que liberan la sintomatología molesta, y entre ellos está la histamina, que se une a un receptor. Lo que hace el antihistamínico es bloquear al receptor, pero en el caso de la persona que presenta alergia lo toma, la histamina ya se liberó, el efecto ya está”.
“Entonces, el medicamento disminuye un poco la reacción, pero no la elimina, pues el afectado sigue estando expuesto al polen y los alérgenos continúan provocando esta reacción”, destaca. Por esto, recomienda que, al volver de una zona con alta carga de alérgenos, como un parque o un bosque, la persona se bañe para que el polen se diluya con el agua.



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